La generación de hombres que vistieron la camiseta de la primera división en los años 90’s está llena de excelentes jugadores en todas sus líneas. Fueron años de bonanza, producto del trabajo parsimonioso y comprometido hacia un proyecto institucional que fue soñado y esbozado 20 años antes.

En el Jueves Retro de esta semana decidimos detenernos en uno de ellos, el primera línea Juan Trejo, quien fuera uno de los grandes estandartes del equipo, sobre todo en la segunda mitad de esa década.

Los comienzos

En el año 1984, Juan ingresa al colegio Montserrat, donde generó amistad con Tristán Carignani, que los llevó a él y a Gastón Quequi a probar suerte en un deporte llamado rugby. Así fue el primer encuentro entre Juan y el club.

«Apenas empecé, me enganché», fueron las palabras que acompañan a ese encuentro. Y ya en su primer entrenamiento, generó una relación para toda la vida:

 «Me acuerdo que cuando llegué, estaban todos entrenando en la vieja cancha 1. Guille Maldonado, era uno de los entrenadores y los tenía corriendo en parejas, a cocochito uno encima del otro a lo largo de la cancha… y veo que había uno que corriendo sólo. Guille lo llamó y le dijo que tenía que llevarme. Él me miró y dijo: noooo, yo ni loco lo llevo.
Su nombre era Martín Viola y en seguida nos hicimos grandes amigos. Después de eso fue toda una vida de andar siempre juntos.»

Desde el comienzo hasta el final de su carrera, su lugar en la cancha fue en la primera línea. Desde la división octava hasta que llegó a la primera jugó predominantemente de pilar derecho, y ya en el rugby de primera división alternó en las tres posiciones del frente, donde destacó como hooker (tomando la posta de otro gran nro. 2: Ignacio Ferreyra), posición que ocupó también en el seleccionado de Córdoba.

La etapa más linda: adentro de la cancha

Su carrera como jugador se compuso de 23 inolvidables años. De chico su ídolo fue Diego Cash, jugador del San Isidro Club y Los Pumas, al que describe como «un monstruo», pese a su «poco marketing». Ya de más grande, y sobre todo en el máximo nivel, Ignacio Ferreyra de nuestro club y Guillermo Bernardi de La Tablada son los dos referentes con los que se midió y aprendió mucho de ellos.

En juveniles, su camada, la ’72 no logró ningún campeonato, pero recuerda a ese grupo como muy divertido, unido y comprometido, y dentro de la cancha muy competitivo. De esta época quizás su recuerdo más atesorado sea el último partido que jugaron todos juntos en las juveniles, frente a La Tablada, uno de los equipos dominantes de la división y al que no habían derrotado nunca. Ese día, no sabe descifrar si los astros se alinearon o si ellos se convencieron que realmente podían, pero lo cierto es que el partido terminó 31-3 a su favor.

El debut en primera se produjo en el año ’92, en cancha de Palermo Bajo:

 «Yo jugaba en juvenil mayor y ese día Marcelo Blanco me avisó que iba a ir al banco de primera.  Era un día espantoso para jugar: mucho barro y lluvia. Pensé que no iba a entrar, y faltando quince minutos, se lesionó un tercera linea, no me acuerdo si Morón o Copede, y aunque yo era en realidad primera línea, debuté como tercera jaja»

 Lo que siguió a ese episodio, no cabe en ninguna unidad de medida. El campeonato del ’93, los Torneos del Interior ’98 y ’99; ser integrante de un tremendo equipo, protagonista de cuanto torneo jugara, con una calidad de jugadores envidiable; seleccionados, infinidad de batallas guardadas en la memoria de todo el cuerpo.

De esos partidos, la semifinal contra Huirapuca de visitante en el Torneo del Interior aparece rápidamente como una de esas memorias imborrables. Pero no es el único, la final contra Marista en el mismo torneo también es un relato fresco, que lo recuerda porque el equipo comenzó jugando mal y terminó desplegando un excelente rugby para quedarse con el título; como así también el segundo título del Interior, donde barrieron de la cancha al gran equipo de Duendes de Rosario.

Su relación con los seleccionados se produjo ya como jugador de primera, tras un par de «coqueteos» previos: un pre-seleccionado de juveniles en el que no quedó en la lista definitiva, y en el año ’93 que fue convocado a integrar un seleccionado M-21 que saldría campeón frente a Tucumán, pero él y otros jugadores de Jockey decidieron renunciar y comprometerse con el club, que estaba sin margenes de error en la disputa del campeonato.

«Al final, la decisión terminó siendo muy buena, porque nos abocamos de lleno al club y pudimos salir campeones del torneo local.» Es la reflexión final de Trejo sobre ese episodio.

La vinculación concreta con la camiseta de «Los Dogos» comenzó en el año 1996 y duró hasta su retiro en el año 2003. En esa experiencia de ocho años salió campeón tres veces (’96, ’97 y ’01), donde sobresalen los partidos con Tucumán en la cancha de Lawn Tennis y su única experiencia internacional, en la gira realizada por el Reino Unido.

Del seleccionado sus recuerdos son estos:

 «Yo me sumé a un grupo que había salido campeón en el año ’95. Era un tremendo grupo, un equipo de amigos, donde la única camiseta que existía era la roja de Córdoba. Esa mística se fue transmitiendo con el tiempo. En el medio, deportivamente hubo un altibajo, hasta que salimos campeones de vuelta en el 2001.» 

De sus memorias en el seleccionado, la más preciada es la gira realizada por Europa en el año 1998. Una experiencia que hoy es una rareza si se piensa en la vida del seleccionado actual.

De jugador a formador

Sus primeras experiencias como entrenador se remontan a los 18 años, de la mano de Félix Paez Molina (quien fuera entrenador suyo también) y más tarde con Alejandro «La Tota» Sauchelli. De ambos asegura haber aprendido muchísimo.

Una política institucional, que privaba a los jugadores de primera de ser entrenadores para que dediquen su atención y tiempo en su preparación como jugadores, marcó un paréntesis en su rol de entrenador.

Pero como él mismo dice: «Me apasiona el rugby, pero creo que más me apasiona enseñarlo», fue como ese rol volvió a estar activo ni bien tuvo la oportunidad.

Su mirada frente a este rol es bastante holística, y no se límita a la formación técnica:

 «Creo que hay cosas que se están dejando de lado, el tema de los valores y el comportamiento, y se está viendo al rugby como un fin y no como un medio, que es lo que siempre fue.
Los chicos además de prepararse física, mental y técnicamente para jugar, tienen que estar preparados para la vida, porque el juego en algún momento te va a dejar. Y ahí es importante estudiar, ser participativos en el interior de nuestras familias, tener vocación de superarse, etc.»

 El mensaje para todos esos chicos que entrena es que puedan vivir lo mismo que él pudo vivir dentro del club con sus amigos: sentir al club como su casa, su refugio y al rugby como su lugar de encuentro.

Entrenadores que lo marcaron e influenciaron en su forma de interpretar el rol sobresalen Diego Ferreyra, Wimpi Carot, Turco Aseff y Gustavo Vargas en infantiles, Victor Luna en juveniles y primera, Carlos Sosa Gallardo, «Polaco» Feijoo y Pablo Bulacio, a quien le debe la recuperación de una lesión en la espalda y el haber estado siempre en optimas condiciones para entrar a la cancha.

Siempre activo

Vamos llegando al presente en este viaje en el tiempo de la vida de Juan. Una persona con un sentido de pertenencia hacia el club innegable, que siempre está colaborando desde donde sea y donde haga falta. Hoy en día está al frente de la división M-16, pero está involucrado en el crecimiento del club en cada rincón que puede.

Un histórico y un ejemplo para todos los que participan de la vida del Jockey Club Córdoba.

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