Se jugó la tercera fecha del Super 8 y el primer clásico del año. En el country, Jockey se quedó con un partido para el infarto por 20-16.
Se jugó el partido en una soleada tarde de Domingo. El referee Eugenio Morra fue el encargado de dirigir el encuentro y darle inicio, a las 16 hs. El viento fue un factor que a nadie en el country le pasó desapercibido, y ese viento sopló a favor de Jockey en el primer tiempo. Con un pack de fowards concentrado y aguerrido, liderados por Ramiro Robledo; y un inspirado Ignacio Plans con la número 10 (que pareciera encender dos lamparitas cada vez que juega contra los de Jardín Espinoza), Jockey jugó de manera brillante el primer tiempo. Siempre posicionado en campo contrario, a los 2 minutos ya se ponía en ventaja 3-0 con un penal de Plans. La presión territorial dió dividendos y, tras una gran jugada del 10, el wing Lucas Busdrago cortó la línea de defensa y rompió un tackle para zambullirse en el ingoal. Y minutos más tarde fue el turno de «Rama» Robledo, finalizando una excelente jugada de casi 90 metros, iniciada en un contragolpe desde las 22 propias. Así, Jockey se fue al descanso tranquilo, dominando, 15-0.
El comienzo del segundo tiempo mostró el pasaje más desprolijo del local en el partido. Athletic supo aprovechar esa desconcentración y marcó 16 puntos en 25 minutos. Pero el «hípico» supo reponerse a tiempo y volver al partido. Emparejó las acciones y volvió a arrinconar por 10 minutos a su rival. Luego de no poder concretar puntos en un par de acciones, cuando el reloj de Morra marcaba 35 minutos, penal y line fue la decisión, y por la vía del moul otra vez «Rama» Robledo «mojó» en el ingoal rojinegro, para dejar el resultado 20-16.
A Athletic no le servía pedir palos en los últimos minutos, por lo que intento buscar el try. Pero se chocó de frente con una pared roja y blanca, construida desde el orgullo y amor propio y de la convicción de el XV hípico de quedarse con el partido. Así, volteando todo lo que tenia camiseta roja y negra, de un ruck salió corriendo con la pelota «El Cubano» Suarez y la pinchó bien lejos afuera. Para desatar los festejos y para darse ese abrazo interminable con todo el club, compartiendo esa alegría que se siente cuando, dejando todo en la cancha, se ganan los clásicos.
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