Alejandro Allub, Rugbier y pediatra dejó de jugar en Los Pumas por un infarto. Continúa en el rugby cordobés, atiende consultorio y tiene un gimnasio.

Estaba en un nivel de juego con Los Pumas que para cualquier jugador de rugby es como estar en las alturas: grandes competencias, viajes, aviones, hoteles, estadios con 50 mil espectadores, y de pronto me bajaron a la realidad de un escopetazo.

Fue en 2001, al terminar el partido contra los All Blacks en Nueva Zelanda, que sentí dolor en el pecho. Como después de uno de estos partidos a uno le duele todo, ni el médico del plantel ni yo pensamos que pudiera ser algo serio. Sin embargo, al día siguiente estábamos por entrenar y seguía con el dolor y fuimos a una clínica. Me hicieron estudios, me miraron un poco sorprendidos, me dijeron que había tenido un infarto y que no podía seguir jugando al rugby en forma profesional. Conclusión: quedé internado en terapia intensiva. Soy consciente de que tuve suerte, podría haber muerto. Se produjo por una disección de una de las arterias coronarias: se separó una de las paredes y la sangre comenzó a correr entre las paredes y a acumularse, hasta provocar una obstrucción. Este tipo de obstrucción produce menos del 1 por ciento de infartos en el mundo; el 99 por ciento es por aterosclerosis. Al regresar a Argentina también me hicieron estudios y como me habían contratado para jugar en Perpignan, Francia, quisieron corroborar el diagnóstico y nuevamente fui derivado a un centro cardiológico en Toulouse donde concluyeron que, efectivamente, había tenido un infarto. De pronto, estaba en el hospital Misericordia cursando Medicina y en un año metí 14 materias. Había comenzado a estudiar bastante antes y cuando viajaba con Los Pumas llevaba los libros y después rendía un par de materias. Era difícil, pero mantenía la Facultad. Justamente, mientras estaba en la camilla en Nueva Zelanda y me daban la mala noticia, lo primero que pensé fue que por suerte tenía la Medicina. Como consecuencia de ese evento, me limitaron mucho la actividad física, lo cual me generaba muchísima ansiedad, llegaba la noche y no podía dormirme hasta las cuatro de la mañana, no podía estar. Es que llevaba 6 o 7 años haciendo deportes todos los días, iba a un gimnasio a la mañana y a otro por la tarde y me entrenaba con un preparador físico de manera personalizada. Por eso, entiendo cuando se habla de los problemas del retiro de un deportista, uno tiene una rutina y es inevitable 
la sensación de vacío que se genera. Si no hubiera tenido este problema, hubiera jugado en un alto nivel hasta probablemente los 35 años, porque se me había abierto el camino del rugby y hubiera tenido otro tipo de vida. Pero son las cosas del destino. Más tarde, empecé de a poquito a hacer deporte, del Jockey me preguntaron si quería ir a jugar, también del Seleccionado de Córdoba y así retomé en 2004, durante tres años. Dejé en 2008 y regresé en 2010 hasta la actualidad. En 2010 y 2012 salimos campeones con el seleccionado de Córdoba en el Campeonato Argentino. Soy un fanático y apasionado de los deportes, tanto que he sido capaz de entrenar a la mañana y jugar dos o tres partidos de fútbol a la tarde-noche. Siempre que pensé en una carrera fue en Medicina y me especialicé en Pediatría porque me gusta mucho la relación con los chicos, no podría tratar adultos. Dentro de la pediatría, a su vez me especialicé en cardiología, pero no porque tenga relación con lo mio, ya que no vemos infartos, en todo caso, muerte súbita por malformaciones congénitas. Por otro lado, tengo un gimnasio porque me gusta el rubro. Después de trabajar, voy a hacer pesas o lo que sea, converso con mi socio, ando todo el tiempo de sport y, en síntesis, es como el sueño del pibe para alguien como yo. Salgo a las 7.30 de mi casa y llego a las 23.30, así es mi vida desde hace más de 15 años. Y ya no creo que cambie. Foto y Fuente: LaVoz
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